La certificación de bioequivalencia, si bien es fundamental, no es el único testigo de la calidad farmacéutica. Existen dos pilares adicionales que son cruciales, pero menos visibles: La Validación de Procesos y la Certificación de Buenas Prácticas de Manufactura (GMP). Estos elementos forman la tríada que sostiene la verdadera calidad que esperamos de nuestros medicamentos.